Retomando características de la arquitectura teotihuacana y azteca, Diego Rivera planeó el museo Anahuacalli ubicado en Coyoacán, al sur de la Ciudad de México, entre los años 1933 y 1953, como un sitio donde se llevarían a cabo diversas expresiones del arte como teatro, danza, pintura y música, inmersos en una atmósfera cuya arquitectura es una búsqueda de la esencia de lo mexicano a través de su rico pasado precolombino. Masivo, con elementos en talud y construido en piedra, evoca inmediatamente una imagen mexicana, no sólo desde el exterior sino particularmente al recorrerlo.
El Museo Anahuacalli no fue un encargo, fue diseñado por el propio Diego Rivera para albergar su enorme colección de piezas de arte prehispánico, la que había venido atesorando a través de décadas y que había servido de inspiración para su propia obra.
El diseño del museo imita un teocali, que significa "casa de energía". El museo se construyó con piedra volcánica tomada del mismo terreno proveniente de la erupción del Xitle y elementos arquitectónicos indígenas, de esta forma se pueden conocer las raíces prehispánicas así como el origen de cada corriente cultural que predominaba en la zona.
En museo se encuentra en un gran parque alargado, en cuyo extremo noreste se ubica una gran plaza seca cuadrada, flanqueada en sus tres lados por edificios. Aquí, el museo se emplaza dominante hacia el sur y los servicios de cafetería y recuerdos al oeste y este. La plaza es seca, trabajada también en piedra, y el tratamiento paisajístico fue trabajado con cactáceas.
El museo es una caja maciza, ligeramente deformada con taludes, inspirados en elementos teotihuacanos y mayas, pero también con elementos contemporáneos, como los grandes ventanales en la fachada.
La composición es simétrica y armónica, a pesar de que cada una de las tres plantas ha sido trabajada en forma diferente. La disposición de las ventanas en la fachada le da un carácter imponente, aunque el acceso principal en este caso sea un pequeño arco ojival. Este gesto, si bien puede ser criticado como desproporcionado a la majestad del volumen, por otro lado es un gesto de sencillez, de dar escala humana al ingreso a un edificio monumental.
El esquema de composición en planta se basa en un espacio central cuadrado rodeado por galerías que lo circundan en forma de U. Un detalle interesante lo constituyen las ventanas alargadas, las cuales en lugar de cristal contienen piedra ónice de color ámbar, que es opaca desde el exterior pero translúcida desde el interior.
Al interior, el efecto combinado de la escala, la luz natural y la iluminación artificial le dan al museo un carácter solemne, corpulento y misterioso. Otro aspecto impactante es el trabajo de los mosaicos, los cuales adornan techos y paredes trabajados en la misma piedra gris y que representan motivos estilizados precolombinos.
En el edificio principal en la parte baja y media, se encuentra una vasta colección de piezas arqueológicas de la cultura mexicana. La parte superior acoge una exposición dedicada a su creador Diego Rivera, la cual cuenta con un mirador en la parte más alta del mismo y permite una bella vista de los alrededores de la zona.
- Año: 1953